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“ El acondicionamiento del cuerpo humano tiene límites, pero generalmente están muy lejos de los límites que nosotros nos auto imponemos, ya que subestimamos nuestras capacidades “

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Crónica de un Triatlón anunciado


Fue anunciado con meses de anticipación, y desde su convocatoria pude discernir características que me inclinarían a participar en este mi primer triatlón oficial:
Pocos participantes, mmm… mas posibilidades para un novato de 50 años.
En el estero o desembocadura del río en el mar, mmm… poca fauna nociva para un precavido (nunca miedoso del mar abierto).
A seis horas de Huichapan, mmm… ida y vuelta en dos días, buena idea en época de crisis económica.

Decidí inscribirme y realizar los trámites pertinentes ese mismo día sin mirar atrás, porque solo vería los fantasmas de muchos planes pospuestos y promesas de un futuro que no llegaba.


UN POCO DE HISTORIA

En abril de 2005, durante un diplomado médico, el primer examen consistió en que cada participante se realizara diversas pruebas de laboratorio para verificar su estado de salud, porque como es bien sabido los médicos damos muchos consejos, pero solo un porcentaje pequeño, los llevan a cabo en su propia vida. Los resultados no fueron alentadores con respecto a diversas enfermedades crónico degenerativas (motivo del diplomado), así que inicié por enésima vez el recorrido habitual de cada dos años: empecé a correr y mejoré mi dieta haciendo un cambio en mi estilo de vida con la ayuda de mi esposa Ariadna. Tres meses después la mejoría en laboratorio y peso era evidente por lo que decidí continuar.

Fue en los siguientes meses que descubrí capacidades aeróbicas que desconocía en mí, como la capacidad de trotar durante 90 minutos si el camino y el paisaje lo ameritaban. Esto aunado a diversas lecturas y pláticas con corredores avanzados me llevó a entrenamientos mas complejos y a participar en mis primeras carreras de 10 kilómetros con tiempos “adecuados a mi edad y circunstancias” (tiempos jodidos pues).

En enero de 2007 todo iba regularmente bien, cuando una lesión me envió a un balneario a mantener el ejercicio pero sin impactos, lo que degeneró en horas de natación empírica, que  se mantuvieron una vez rebasada la lesión.

En enero de 2008 (pinches principios de año), otra lesión me envió a formar parte de los “enbiciados ruedas” para continuar en la bicicleta de montaña la quema de calorías que me alejaba del retorno al grupo de gente llena de felicidad (y enfermedades) que el vulgo insiste en llamar gordos. Felizmente al salir de la lesión continué con la tercia de entrenamientos: nadar, bicicletear y correr, lo que me permitió participar en pequeños triatlones locales y auto organizados.
La casualidad hizo que en junio del mismo año viera un triatlón “medio ironman” en San Gil San Juan del Río y desde entonces decidí que esa posibilidad entraba a formar parte de mis metas deportivas al corto plazo. Para ello inicié la fase de resistencia y aprendizaje de la técnica en natación, la fase de bicicleta de ruta y sus técnicas, y la fase de transiciones principalmente la de ciclismo a carrera.
Al cancelarse la justa de 2009 en San Gil, decidí participar en la de Tulancingo la cual también se canceló (perra suerte), por lo que cuando apareció la de Cazones en Veracruz, sentí que la oportunidad había llegado por fin y me inscribí. Esto hizo que acelerara algunos aspectos de mi preparación como el hecho de nadar en un lago, lo que con mucha precaución al principio y luego con más soltura (pero con el mismo miedo) emprendí.
BARRA DE CAZONES, VERACRUZ
¿Un tiburoncito te puede quitar algo más que un dedo?
Pensé en participar con una concha protectora como las de deportes de contacto paro el reglamento no lo contemplaba por lo que me encomendé al “santo de los cachorros” (acuérdense de Vargas Llosa), y me lancé al viaje. Empacar todo lo necesario, alistar el vehículo, hacer el viaje con Ariadna, llegar a Barra de cazones e instalarnos en el hotel, entran dentro de un texto que amenazo con escribir algún día.
Después de los trámites para recoger el paquete de competidor, me quedó claro aquello de que “se reunía la familia triatlonista”, porque muchos se saludaban y comentaban sus participaciones anteriores. Ariadna y yo como siempre manejamos muy bien nuestra soledad y novatez evitando hacer preguntas muy obvias hasta el final, pero al término de la reunión de información y del día ya conocíamos todos los pormenores de las diferentes rutas.
Atrás quedaba la alberca con agua tibia y transparente, los trayectos planos y rectos de ciclismo en carretera, y el predecible circuito de atletismo en la Unidad Deportiva. Todo eso daba paso a un kilómetro y medio de aguas frías, oscuras y con corrientes; 40 kilómetros de un largo, sinuoso, y mojado  camino con las suficientes bajadas y subidas como para parecerse a mi vida; y 10 kilómetros de un trayecto de carrera con la suficiente agua para gustarle a un pato pero no a un corredor. Todo esto lo comento sin afán de demeritar a los organizadores, ya que las variaciones climáticas no son predecibles y además el evento aunque difícil era el mismo para todos.  
Es mentira aquello de que si solo compites contigo mismo no tienes porque estresarte, ya que esa noche el insomnio amenazaba con mantenerme despierto. Ensayé con la clásica de borreguitos pero al llegar a cierta cantidad contada no faltaba el cazoncito que se abalanzaba y hacía una masacre en barbacoa. Afortunadamente a las 11 de la noche empezó un verdadero diluvio y con la idea de “tal vez lo cancelen” me quede tan profundamente dormido que tal vez morí un par de veces  esa noche.
LA COMPETENCIA
Amaneció y llegamos a la base de transiciones y como gay en baño público yo no cesaba de ver a los otros competidores con el fin de ver que clase de aditamentos portaban para ver que me faltaba. Abundaban las caras de alegría preocupada, y uno que otro guey con cara de “hoy tengan miedo de mí”, pero yo mantuve la mía de cincuentañero y novato. Estar a un lado del río y ver los errores que con la corriente cometían los primeros competidores desencadenó un sinnúmero de teorías al respecto, todas desechadas cuando en su momento la mayoría cometimos los mismos errores durante este trayecto. Errores que en un momento dado me  hicieron preguntarme quien era el hijo de la chingada que alejaba la boya y no me permitía llegar a ella.
Diez minutos después de lo previsto, salí del agua agotado por las corrientes pero completo y satisfecho de terminar la parte del evento que más me preocupaba, llegando a la transición con la certeza de terminar el evento. Así me monté en “la güera” (para diferenciarla de “la negra” de montaña”) para la fase de ciclismo. Etapa agotadora porque no sabía si aquello era sudor o agua de lluvia escurriendo al pavimento, y por fin supe lo que era rebasar a alguien en el evento. De esta manera terminé y pude iniciar la última fase.
Afortunadamente durante la carrera no me rebasó ninguna mujer anciana y gorda porque les aseguro que no habría respondido de mí. Fuera de bromas, me he acostumbrado a correr en diversos climas y circunstancias, pero nada me había preparado para la carrera en esas condiciones del piso y con tanta humedad ambiental, tanto así que a la mitad del trayecto por primera vez dudé acerca del feliz termino de mi participación, pero pudo más mi espíritu hidalguense (y oaxaqueño también) para sobreponerme al cansancio y lograr terminar, escuchando con agradecimiento las porras y aplausos de tanta gente desconocida y mi esposa muy conocida que premiaban así mas de tres horas de agotadora participación.  
Fue entonces cuando supe que había sido el cuarto lugar de mi categoría al salir del agua (algunos no terminaron esa parte de la prueba), y a partir del ciclismo fui tercero hasta terminar el evento completo. Fue una sorpresa este lugar considerando que era mi primera participación en un evento oficial, pero lo asumí como resultado de una suma de muchos esfuerzos y así me subí al pódium para recibir el premio. (Juro que no es cierto que me ayudaron a subir los enfermeros de la Cruz Roja, y también juro que no es cierto que ya no me quería bajar de ahí).
Reunir todos los implementos de mi participación, huir con las toallas y ceniceros del hotel, la rica comida de compensación, y el viaje de regreso a Huichapan, tal vez llenen otras páginas en un futuro no muy distante, pero baste decir que ese día con tantas endorfinas en mi sistema y gracias a la presencia de mi esposa Ariadna y la felicitación a distancia de mis hijos, resultó ser uno de los días mas felices de mi existencia, que espero repetir en otros eventos mas adelante.
P.D. Debo aclarar que cuando releí lo escrito y entreví su “calidad”, tuve un momento de duda acerca de su publicación, pero ha podido más el orgullo de ser uno de los primeros que en esta región del estado de Hidalgo han participado en un evento de este tipo.
Para más información acerca de este triatlón y sus resultados consultar en www.asdeporte.com

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